ARTÍCULO | La Dimensión Espiritual de las Artes Marciales
- gongfacollective
- 5 feb
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La Dimensión Espiritual de las Artes Marciales
Dr. José Manuel Bezanilla
Introducción
Las artes marciales surgen como una tecnología para la guerra, enfocadas hacia la efectividad en escenarios de combate directo; en sus primeras formas, se desarrollaron buscando finalizar al oponente rápida y eficientemente, por ello, es que desde su origen y su evolución a lo largo de los siglos, las artes de combate y la guerra no contenían la dimensión espiritual que se puede ver en algunos estilos en la actualidad.
En paralelo a las técnicas de combate, surgieron en Oriente diversas tradiciones de autocultivo y desarrollo espiritual, como el taoísmo, el budismo y el confucianismo, como sistemas de pensamiento y prácticas para la edificación del sujeto y la liberación de la mente por medio de adoptar un estilo de vida ético y en armonía con la naturaleza; un elemento esencial de estos sistemas de pensamiento y autocultivo, es el abordaje del ser humano como una entidad integral, considerando al cuerpo y la mente como una unidad que debe ser cultivada y desarrollada de manera asidua y disciplinada.
Es en este sentido, que podemos considerar que tanto las artes de la guerra como las disciplinas espirituales son productos culturales, que con el transcurrir de los tiempos convergen y se entrecruzan en mayor o menor medida, integrándose y enriqueciéndose mutuamente; un punto de encuentro fundamental entre ambos caminos es que los dos para desarrollarse y dominarse, requieren que el practicante o adepto asuman un compromiso total; es decir, que los adopten como un estilo de vida; es así, que comenzaron a desarrollarse guerreros espirituales y monjes guerreros.
Históricamente existen algunos ejemplos de esta exitosa integración, en China surgieron los monjes Shaolin y Wudang, que desarrollaron sistemas de combate que combinaban rigurosos entrenamientos físicos siguiendo los principios del budismo y el taoísmo, entendiendo al entrenamiento físico y marcial como una vía hacia la iluminación y, las prácticas espirituales, como un elemento fundamental para el desarrollo integral del ser humano.
En Corea surgieron los Hwarang, “Guerreros de la Flor”, que además de ser hábiles peleadores, tenían profundos conocimientos de poesía, música, budismo y confucianismo. Por su parte en Japón los sōhei, monjes guerreros, y los yamabushi, ascetas de montaña, personificaron la integración entre artes guerreras y trabajo espiritual. Por su parte en Tailandia, el budismo theravada influyó profundamente en los guerreros de esta región, quienes además del riguroso entrenamiento físico, seguían puntualmente los principios y las prácticas prescritas en los sutras.
En el presente trabajo, me aproximaré a lo que se considera la “dimensión espiritual” de las artes marciales, partiendo de como la integración de las enseñanzas budistas, taoístas y confucianas las han enriquecido profundamente y les han proporcionado elementos para evolucionar y prevalecer a lo largo del tiempo hasta llegar al siglo XXI.
Es muy importante tener presente, en todo momento, lo peligrosas que son interpretaciones erróneas, fantasiosas o mágicas que, en lugar de aportar y abonar al camino, se convierten en desviaciones, especialmente aquellas que promueven la búsqueda de poderes místicos y la exaltación del ego. Desde los años 80 del siglo XX, algunos estilos, escuelas y ¿”maestros”? de artes marciales, comenzaron a inclinarse hacia promesas ilusorias en pos del desarrollo de poderes extraordinarios, alejándose peligrosamente de la realidad del cuerpo y el combate, llevando al practicante a vivir en un mundo de fantasía además de atentar contra la naturalidad de sus procesos fisiológicos.
Influencia del Budismo en las Artes Marciales
El sincretismo con el budismo ha dejado una profunda huella en el desarrollo de las artes marciales que conocemos hoy, proporcionándole a los estilos de combate un fundamento ético y espiritual que las lleva mucho más allá del mero combate y la competición.
Desde sus orígenes, el budismo más allá de ser un sistema religioso se conforma como un método práctico para el autocultivo y la liberación personal; es decir, que los sutras y textos sagrados del budismo, no son propiamente textos filosóficos, sino textos prácticos que contienen una tecnología y directrices para la edificación y transformación personal; todo el trabajo y desarrollo personal desde esta perspectiva, se articulan a partir del desarrollo de la consciencia sobre la mente y sus manifestaciones en el momento presente, apoyándose en la meditación, la atención plena y una rigurosa ética de vida, elementos que se articulan perfectamente con la mística de desarrollo y trabajo continuo de las artes marciales tradicionales.
En la medida en que los monjes budistas difundieron sus enseñanzas, estas permearon en las clases guerreras y gobernantes, proporcionándoles elementos para el manejo de la agresión, el autocultivo y el desarrollo personal, otorgando una ruta para la edificación y el autodescubrimiento en tiempos de paz.
Una de las nociones esenciales dentro del budismo es el término “Buda Dharma”, que se refiere al conjunto de enseñanzas y doctrinas impartidas por el Buda; la palabra sanscrita “Dharma” significa “enseñanza”, “ley” o “verdad”.
El “Buda Dharma” se fundamenta en las “Cuatro Nobles Verdades” y el “Noble Óctuple Sendero” para trascender el sufrimiento y alcanzar la iluminación; este sendero prescribe prácticas físicas, éticas y meditativas para permitir a la persona comprender y liberarse del “samsara”, el ciclo de nacimiento y muerte; resaltando la importancia de la consciencia sobre la mente y sus formaciones, previniendo al adepto sobre “Mara”, la ilusión.
Desde esta perspectiva, el artista marcial debe enfocarse en emplear el cuerpo como un vehículo para el control interno, el desapego y el asentamiento mental, en lugar de solo pretender acumular fuerza, ganar trofeos, grados y obtener habilidades mágicas o sobrenaturales, que en sí mismas se conforman como ilusiones que inflan el ego, atan a la mente y le impiden la verdadera liberación.
La noción de “liberación” en el budismo se refiere al logro del “nirvana”, un estado físico y mental en el que se ha trascendido todo sufrimiento y la consciencia de la persona se ha emancipado del ciclo continuo de nacimiento, muerte y reencarnación (samsara), que es impulsado por el karma que nace del deseo, la ignorancia y la aversión.
El camino hacia la liberación se basa en las Cuatro Nobles Verdades:
· La Verdad del Sufrimiento (Dukkha): Reconoce que la existencia en el samsara está intrínsecamente ligada al sufrimiento.
· La Verdad sobre el Origen del Sufrimiento: Identifica el deseo y el apego como las causas fundamentales del sufrimiento.
· La Verdad sobre la Cesación del Sufrimiento: sobre la posibilidad de superar el sufrimiento alcanzando el nirvana.
· La Verdad del Camino que Conduce a la Cesación del Sufrimiento: A partir del Noble Óctuple Sendero como el método práctico para alcanzar la liberación.
Por su parte el Noble Óctuple Sendero se fundamenta en el desarrollo de:
· La Sabiduría: Comprensión Correcta y Pensamiento Correcto.
· La Conducta Ética: el Habla Correcta, la Acción Correcta y el Medio de Vida Correcto.
· La Disciplina Mental: el Esfuerzo Correcto, la Atención Correcta y la Concentración Correcta.
Se parte de que la práctica diligente de este sendero le permite al practicante desarrollar la fortaleza mental y la sabiduría necesaria para comprender la naturaleza impermanente e ilusoria de la realidad; es mediante el trabajo que la persona puede liberarse del miedo, la ira y el orgullo, elementos que nublan la claridad mental.
Es por medio de la práctica integrada en las artes marciales tradicionales, que el adepto se fortalece física, mental y espiritualmente para desarrollar calma y serenidad interior permiténdole enfrentar situaciones de combate y adversidades de la vida cotidiana, lo que implica trabajar sobre la atención plena del presente sin dejarse arrastrar por respuestas instintivas o emocionales que son reacciones del condicionamiento.
Un elemento fundamental y que ha sido determinante para las artes marciales, es la nación de que todos los seres poseen una “naturaleza búdica”, ya que esto se refiere a que todos los seres tienen una esencia pura que se ve velada u opacada por las ilusiones y apegos que generan sufrimiento; de ahí que la “naturaleza búdica” se relacione con el estado de “mushin” o “no mente”, un estado en el que el practicante tiene la capacidad de actuar de manera libre e intuitiva sin la interferencia del pensamiento racional, una respuesta fluida y espontanea. La tradición Zen resalta que “mushin” es la culminación de la práctica donde la mente y el cuerpo se encuentran completamente integrados, y las acciones surgen de manera natural sin esfuerzo no duda.
Específicamente en la práctica meditativa, se señala la existencia de dos técnicas fundamentales, “Shamatha” (la calma mental) y “Vipassana” (visión clara); ambas técnicas se incorporan a las artes marciales como métodos que permiten al practicante desarrollar enfoque y claridad para actuar con precisión y autocontrol en situaciones de combate.
La meditación “Shamatha” permite asentar y desarrollar estabilidad mental y emocional, cualidades que son fundamentales para situaciones de combate; la repetición continua de los ejercicios fundamentales y las formas procurando la atención plena de los mismos, además de entrenar al cuerpo facilita la integración psicofísica generando una sensación de estabilidad, calma y claridad.
Por su parte, la práctica de “Vipassana” permite aproximarnos a la consciencia de la naturaleza de la mente y los fenómenos de manera clara sin distorsiones, lo que le permite al practicante desarrollar una consciencia profunda de las propias emociones, pensamientos e impulsos para reaccionar; al observar sin apego y como impermanentes los estados mentales y emocionales, permite una actuación más eficiente y eficaz, especialmente en situaciones de alta demanda y presión como el combate, comprendiendo que las emociones como el miedo, la ira o el deseo de vencer son ilusiones pasajeras que en un instante tenderán a desaparecer; al igual que en el Judo, el “Vipassana” enseña al practicante a fluir con los acontecimientos presentes sin quedar atrapado en las circunstancias internas o externas, permitiendo que las respuestas surjan desde la serenidad y la claridad, basadas en el entrenamiento y la preparación continua.
El Poder Espiritual: Ilusión y Peligros en el Camino
En el ámbito de la “espiritualidad” en las artes marciales, la búsqueda de “poder” y “fuerza” es un atractivo que, si bien puede ser la puerta de entrada, el practicante debe apartarse rápidamente de él entendiendo que es una puerta falsa y conduce a un camino de ilusión que solo refuerza el ego; el “Buda Dharma”, el “Tao” y el “Confucianismo”, advierten sobre esta desviación; esta búsqueda puede parecer un atajo hacia la realización y el progreso, pero en realidad fortalece el apego al cuerpo, y el orgullo, obstaculizando y dificultando el real desarrollo de la consciencia.
Cuando un artista marcial se inclina hacia esta búsqueda de elementos externos, puede caer en los impulsos de dominación y sometimiento de los demás, o en el desarrollo o adquisición de habilidades o cualidades que le permitan colocarse por encima física o mentalmente de los demás, lo que en sí mismo es una ilusión que inflama el ego y desvía de la verdadera liberación del sufrimiento. Esta advertencia es crucial para el estudiante del Camino, ya que cualquier elemento que inflame o refuerce el ego va en contra de los principios de humildad y compasión que son fundamentales para la práctica y el desarrollo espiritual.
En este contexto, cualquier noción de poderes o habilidades espirituales son una ilusión que surge de estados mentales infantiles y distorsionados; cuando un practicante logra entrar en estados de meditación profunda, es común que experimente sensaciones o visiones que pueden parecer trascendentes; sin embargo, los textos como el Surangama Sutra los describen como “estados demoniacos” que desvían del camino genuino; conforme se va avanzando en la práctica, es común que una persona piense que ha alcanzado “niveles” superiores de consciencia, o incluso alguna forma de iluminación, lo cual, solo es una proyección ilusoria de su mente.
Para prevenir caer en esta trampa, el “Buda Dharma” resalta la importancia de vigilar constantemente nuestras creencias y necesidades, así como la comprensión de la naturaleza transitoria de estas manifestaciones; siendo que solo mediante la autoconsciencia y el desapego a cualquiera de estas manifestaciones impermanentes, es que se puede tener un verdadero progreso.
El verdadero potencial de las prácticas internas de autocultivo se mide por su capacidad para desarrollar la consciencia y responsabilidad sobre nosotros mismos y el mundo, así como la compasión hacia todos los seres, estos son los auténticos indicadores de progreso en el Camino. La consciencia permite que el practicante vea claramente la realidad sin distorsiones ni fantasías, la responsabilidad implica hacernos cargo de nuestros pensamientos, deseos y acciones, mientras que la compasión guía hacia el respeto y cuidado de todos los seres en el mundo.

Ética en el Buda Dharma y su Impacto en las Artes Marciales
La ética es un elemento sustancial del camino del guerrero y las artes marciales, mismo que ha sido alimentado en sus raíces por los principios del “Buda Dharma” y el Confucianismo; estos principios se basan en la autorresponsabilidad, integridad y una férrea cultura del esfuerzo y trabajo personal, entendiendo que el camino de aprendizaje y mejora es infinito, que debe ser caminado paso a paso con un espíritu de humildad para el aprendizaje continuo.
El “Bushido” es una de las representaciones más claras y sólidas de cómo es que la ética se aplica y rige el camino marcial como un proceso continuo de autoperfeccionamiento; este código encarna de manera práctica y directa el legado del Zen (Chan) y el Confucianismo, orientando las acciones del guerrero tanto en el campo de batalla como en la vida diaria; este código está compuesto por siete principios fundamentales: rectitud, coraje, compasión, respeto, honestidad, honor y lealtad.
La rectitud (Gi), representa la capacidad del practicante de actuar conforme a los principios éticos, guiando al guerrero a tomar decisiones justas sin dudar; desde la perspectiva del Budismo Zen, la rectitud resulta de una mente serena y clara que discierne sobre lo correcto sin verse afectada por emociones o impulsos egoístas; mientras que desde el Confucianismo, la rectitud se vincula con la responsabilidad social, el respeto hacia la familia y la comunidad; para el samurái, actuar con rectitud significa comprometerse con el bien común, garantizando que sus acciones contribuyan a la armonía social y no a la satisfacción de intereses personales.
El coraje (Yū), se entiende como la valentía de enfrentar el peligro y la adversidad de manera firme, serena y consciente, sin caer en la temeridad; desde el Budismo Zen, este coraje se cultiva a partir de la práctica de la meditación, mientras que desde el Confucianismo se resalta se vincula primordialmente con la justicia y la verdad, actuando siempre prudentemente evitando decisiones impulsivas y egoístas.
La Compasión (Jin), establece que las habilidades y capacidades desarrolladas a partir del entrenamiento, siempre deben ir acompañadas de la empatía y la bondad hacia el otro, del Zen, se extrae la importancia de la interconexión entre todos los seres dando prioridad a la paz y la no violencia. Para el Confucianismo la compasión es el fundamento de las relaciones interpersonales, de ahí que el guerrero debe poner su habilidad y conocimientos al servicio y beneficio de los más débiles, actuando siempre con humanidad hacia todos los seres, incluso sus oponentes.
Respeto y cortesía (Rei), que implica tratar a todas las personas con cordialidad y consideración, en el Zen, el respeto es una expresión de humildad, que surge del reconocimiento de la interconexión de todos los seres; para el guerrero, el respeto consiste en reconocer la dignidad y valor del adversario. Desde el Confucianismo, la cortesía muestra una profunda reverencia por la vida y el reconocimiento de la otredad en favor de la armonía social.
La sinceridad (Makoto) implica actuar de manera coherente, auténtica y transparente, el guerrero primero debe ser sincero consigo mismo, actuando siempre de acuerdo con la vedad interior; desde el Confucianismo, la sinceridad favorece la confiabilidad y confianza.
El honor (Meiyo), implica el compromiso que el guerrero asume con la integridad y la responsabilidad, desde el Zen, la persona honorable no busca ningún tipo de reconocimiento externo, mientras que desde el Confucianismo, el honor es producto de la conducta virtuosa; para el samurái, vivir honorablemente es la esencia del camino.
La lealtad (Chūgi) es el principio de fidelidad y devoción hacia la familia, la comunidad y los superiores, es uno de los pilares que sostienen a la comunidad, fomentando el apoyo mutuo y la estabilidad en las relaciones.

La influencia del Zen en el Bushido se observa en la relevancia que se otorga a la disciplina en favor del trabajo y autoperfeccionamiento continuo de las habilidades físicas y el carácter; la práctica de la meditación favorece el desarrollo de estados de calma y claridad mental y emocional. Por su parte el Confucianismo aporta una estructura ética que guía el comportamiento y permite consolidar paulatinamente el carácter. Es con base en estos principios, que la práctica seria de las artes marciales se ha convertido en un camino de autocultivo que va más allá de la habilidad física, el combate y la competencia.
Otra de las nociones esenciales dentro de la práctica espiritual en el budismo es la noción de “Ahimsa”, o “no violencia”, lo que nos presenta indudablemente una paradoja interesante, ¿Cómo es que aprendiendo técnicas de combate es que se puede seguir del camino de la “no violencia”?, esto, a primera vista puede parecer una contradicción; sin embargo, esta se resuelve al comprender cómo es que este principio se encuentra en la raíz de las enseñanzas por ejemplo del Bushido o el “Wude” del Shaolin.
Por ejemplo, en el Dhammapada se refiere: “El odio nunca se vence con odio; el odio se vence solo con amor. Esta es una ley eterna”, lo que ilustra que, desde la perspectiva trascendente del budismo, la victoria verdadera no radica en derrotar al oponente, sino en conquistar los propios impulsos de violencia y agresión.
Por su parte, en el Bushido la noción de no violencia se encarna en el principio de la compasión, especialmente cuando dice: “La compasión es una virtud que todo samurái debe poseer. A través de un entrenamiento intensivo, el samurái desarrolla una fuerza que, si bien puede emplearse en combate, debe ser utilizada en beneficio de todos” (Nitobe, 1905); resaltando que el verdadero guerrero no alberga la crueldad y el salvajismo en su corazón, y en esencia es un protector de la vida; su fuerza y habilidades deben estar al servicio del débil, evitando usar su fuerza para fines personales.
Desde las artes marciales de Shaolin, en el “Wude” se describe que la “virtud” y la “compasión” son el núcleo de las artes marciales, ya que, sin estos, se convierten en violencia sin sentido, de ahí, que para los monjes guerreros el entrenamiento no es un fin en sí mismo, sino un camino hacia la iluminación, por ello la capacidad física y mental desarrollada a través de la práctica debe estar al servicio de la protección de los débiles y la paz.
Por otro lado, el “Surangama Sutra” dice: “Cuando mora en este lugar y entra en samadhi, es como una persona con visión clara que se encuentra en oscuridad total. Aunque su naturaleza es maravillosamente pura, su mente aún no está iluminada. Esta es la región del skandha de la forma … Si sus ojos se aclaran, entonces experimentará las diez direcciones como una expansión abierta, y la oscuridad desaparecerá. Este es el final del skandha de la forma. Entonces podrá trascender la turbidez de los kalpas. Al contemplar la causa del skandha de la forma, uno ve que los falsos pensamientos de solidez son su fuente … Ananda, en este punto, mientras la persona investiga atentamente ese brillo maravilloso, los cuatro elementos ya no funcionarán juntos, y pronto el cuerpo podrá trascender las obstrucciones. Este estado se llama ‘el brillo puro que se funde con el entorno’. Es un estado temporal en el curso del cultivo y no indica que se ha convertido en un sabio. Si no cree que se ha convertido en un sabio, entonces este será un buen estado. Pero si se considera un sabio, entonces será vulnerable a la influencia de los demonios…”.
Este pasaje destaca la importancia de la humildad, el discernimiento y la vigilancia del ego que debe guardar el adepto para no desviarse el camino. Primero el fragmento describe que cuando uno entra en el estado de meditación profunda “samadhi”, se puede tener la sensación de que uno ha alcanzado la iluminación; sin embargo, eso solo es un avance parcial, aquí la mente se mantiene oscurecida siendo presa de las ilusiones; mantenerse en el skandha de la forma implica que el practicante aun está apegado a la sensorialidad y a la forma física.
Cuando uno logra liberarse del apego a las formas y sensaciones físicas, se experimentará una expansión de la consciencia, “… experimentará las diez direcciones como una expansión abierta, y la oscuridad desaparecerá …”; aquí se reconoce la ilusión de solidez y permanencia de los objetos como una causa de sufrimiento; en este punto el adepto enfrenta un peligro potencial, ya que “… en este punto, mientras la persona investiga atentamente ese brillo maravilloso, los cuatro elementos ya no funcionarán juntos, y pronto el cuerpo podrá trascender las obstrucciones. Este estado se llama 'el brillo puro que se funde con el entorno'. Es un estado temporal en el curso del cultivo y no indica que se ha convertido en un sabio. Si no cree que se ha convertido en un sabio, entonces este será un buen estado. Pero si se considera un sabio, entonces será vulnerable a la influencia de los demonios”. Puede pensar que ha trascendido las limitaciones del cuerpo y se funde con el entorno; sin embargo, es fundamental tener presente que este es un estado temporal, y de ninguna manera un estadio final, ya que, si se cae en la trampa, de las “… influencias de los demonios …”, caerá presa de la ilusión desviándose del camino, se volverá arrogante y soberbio.
Importancia del Estudio los Textos Sagrados
Para tener una comprensión más profunda del camino del guerrero y especialmente en lo referente a su dimensión espiritual, es fundamental aproximarse de manera seria y sistemática al estudio de los textos sagrados, especialmente aquellos practicantes que han madurado y quieren ir más allá de la competencia y la destreza física; textos como los “Sutras”, el “Zhuang Zi”, el “Lie Zi”, el “Lao Zi” o el “Sun Zi”, proporcionan una guía sólida sobre como el artista marcial puede por medio de la práctica realizar un proceso de autocultivo y evolución espiritual, ofreciendo herramientas prácticas y advertencias para orientar el proceso, ya que el contenido de estos va mucho más allá de cuestiones filosóficas o teóricas, y más bien ofrecen aspectos prácticos para guiar la práctica; el error sobre su objetivo y naturaleza pudo originarse por el lenguaje poético y metafórico que emplean para referirse a fenómenos psíquicos y la manera para trabajarlos; así por ejemplo cuando el Libro del Tao de Guodian dice: “… Elimínese la inteligencia (智), rechácense las argumentaciones …, ser modestos por fuera y conservar la simplicidad interior, ser menos interesados y con escasos deseos” (A1); se refiere a la disciplina interior que es necesario imponerse, a mentalmente silenciar el dialogo interno por medio de la meditación, cultivando una actitud de sencillez y simplicidad cultivando el desapego, lo que se encuentra con el “Anapanasati Sutta” en lo referente al desarrollo de la atención plena de la respiración cuando señala: “… si el practicante de meditación inhala largamente lo comprende como tal; y si exhala largamente, lo comprende como tal; si hace una inhalación corta, lo comprende como tal y si su exhalación es corta, lo comprende como tal. Ejercita su atención de tal forma que ve el principio, el medio y el final de estas dos funciones de inhalación y exhalación …”; es decir, que enseña la manera en que uno debe trabajar para meditar y desarrollar la atención plena sobre la respiración, alejado de fantasías o especulaciones mágicas, el practicante debe sentarse, tomar consciencia sobre su cuerpo y de ahí observar su respiración, eliminando la inteligencia y la argumentación, si emerge un pensamiento, debe tomarse consciencia de él, observarlo sin juzgarlo y como si fuera una nube en el cielo dejarlo ir, para retornar simplemente a la respiración, permitiendo que paulatinamente la mente se asiente y el cuerpo entre en estados de soltura más profundos.
Por ello el estudio de los textos sagrados, va mucho más allá de su simple lectura y comprensión intelectual, así como con el entrenamiento físico, el artista marcial serio debe asumir un compromiso con la asimilación de sus valores y aplicación cotidiana, así como con la práctica diligente de la atención plena, de ahí que el “Anapanasati” diga: “En cualquier ocasión, … inhala largamente entiende: 'Estoy respirando largamente'; o exhalando largamente, entiende, 'estoy exhalando largamente'; o respirando en corto, entiende, 'Estoy respirando en corto'; o espirando entrecortadamente, entiende: 'Estoy espirando entrecortadamente'; se entrena a sí mismo, 'Voy a inhalar... y... exhalar sensible a todo el cuerpo'; se entrena a sí mismo, 'Voy a inhalar... y... exhalar calmando la fabricación corporal': En esa ocasión, … permanece enfocado en el cuerpo en sí mismo—ardiente, alerta y consciente— refrenando la codicia y la angustia con referencia al mundo. Les digo, … que esto, la respiración que entra y sale, se clasifica como un cuerpo entre los cuerpos, razón por la cual … en esa ocasión permanece enfocado en el cuerpo en y por sí mismo, ardiente, alerta y atento. sometiendo la codicia …”.
Esta atención plena a la respiración, los estados corporales y mentales, permite soltar la tensión innecesaria del cuerpo, así como reducir el flujo de pensamientos, estabilizar los estados mentales y emocionales; la práctica regular de la atención plena sobre la respiración, el cuerpo y los estados mentales, enseña al artista marcial a desarrollar una sólida y estable concentración, favoreciendo el desarrollo de la sabiduría que permita observar de manera consciente la naturaleza transitoria de todos los fenómenos vitales y existenciales.
Por su parte el “Surangama Sutra” es un texto fundamental del budismo Mahayana, con profunda influencia en las prácticas Chan (Zen) de China, Corea y Japón, presenta enseñanzas detalladas y prácticas sobre la naturaleza de la mente, el proceso de meditación, los obstáculos en el camino de desarrollo espiritual y la trascendencia de las ilusiones.
Uno de los temas centrales del Sutra es la naturaleza de la mente y la percepción; describe a la mente como inherentemente pura y clara, aunque a menudo se oscurece por las ilusiones que la conducen a la distorsión, el apego y el sufrimiento, resaltando que tanto el sufrimiento como la liberación se originan en la mente; es fundamental reconocer conscientemente que la percepción no es la realidad, sino una construcción mental que se transforma continuamente y debe ser trascendida.
El texto se refiere a los cinco skandhas (agregados de la existencia): forma, sensación, percepción, formaciones mentales y conciencia, refiriéndolos como los elementos constitutivos de la experiencia humana, donde por ejemplo el skandha de la forma surge de la percepción de solidez; sin embargo, la solidez es una ilusión de la mente, de ahí que sea fundamental comprender que la fijación y el apego a los skandhas es un obstáculo fundamental en el proceso de liberación, por lo que trascenderlos permite liberarnos de la ilusión, revelando que la verdadera esencia de la mente es la vacuidad.
Resalta el Sutra que la meditación es la práctica fundamental para entrar en el estado de “smadhi” o concentración profunda, que se describe como un estado de soltura, respiración natural y asentamiento mental, en el que se puede percibir claramente la realidad; advierte el texto que en este proceso podemos encontrarnos con fenómenos engañosos e ilusorios que pueden parecer auténticas experiencias espirituales, que si se toman muy en serio y pretendemos aferrarnos a ellas, el estado de claridad se transforma en una ilusión en la que podemos permanecer atrapados, de ahí que es esencial no confundir experiencias momentáneas o visiones “divinas” con la verdadera consciencia de la iluminación, por lo que cuando estas se presenten, debemos desapegarnos de ellas tratándolas como nubes retornando a la consciencia sobre nuestro cuerpo y la respiración.
En relación con estas trampas, el Sutra advierte sobre los “estados demoníacos” o engaños de la mente que pueden llevar al practicante a la ilusión de progreso y poder, cuando realmente están basados en el ego y la propia necesidad, enfatiza el texto que, si nos apegamos a estos, nos adentraremos en la oscuridad y el engaño, ya que estos estados son manifestaciones de una mente confundida que refuerza el ego y desvía del verdadero camino.
El Surangama Sutra también explora la no-dualidad, la noción de unidad y de que las divisiones y dualidades son construcciones conceptuales de la mente, aclarando que la naturaleza de todos los fenómenos es vacía y ver con claridad es ver la unidad de todas las cosas a partir de la interdependencia; solo a partir de la realización mental y existencial de la no-dualidad es fundamental para el progreso en el camino.
El Sutra destaca la importancia de contar con un “Maestro” y pertenecer a una comunidad, especialmente porque el tránsito por el camino suele sentirse muy solitario y la práctica está llena de trampas; se enfatiza que contar con la guía de un maestro experimentado permite mantenernos anclados en la realidad y desarrollar la humildad, ya que solo quien ha transitado el camino y sorteado las trampas puede guiar al estudiante.
Es en este sentido que el Surangama Sutra es un texto esencial para el desarrollo de la dimensión espiritual del artista marcial, especialmente porque proporciona elementos al practicante serio y honesto para prevenir la caída en engaños e ilusiones, que si no son reconocidos pueden conducirlo a la arrogancia, al estancamiento y al fortalecimiento del ego; cuando el Sutra enfatiza que el verdadero progreso en el camino no depende de los grados, títulos o experiencias extraordinarias, ayuda al estudiante a reconocer que la única forma es la práctica constante, dedicada y disciplinada.
Otra categoría importante de estudio es la que se relaciona con los textos taoístas, especialmente el Laozi de Guodian, el Zhuangzi y el Liezi, que proporcionan elementos importantes para el desarrollo de la dimensión espiritual en las artes marciales, particularmente porque una visión tanto del mundo como del propio ser centrada en la integración, el equilibrio y el cultivo de la resonancia natural.
La perspectiva contenida en estos textos taoístas, enseñan la importancia de asumir una actitud y postura personal que se armonice con el libre y natural flujo de los acontecimientos (wuwei), sin pretender imponer los propios deseos o creencias, actitud que resulta esencial para mantener una mente tranquila y asentada en situaciones de presión como el combate.
El texto de Guodian es la versión más antigua que se ha encontrado del Laozi, resalta la importancia de la vacuidad, el silencio y la autoconciencia como aspectos que preparan la mente y el cuerpo para alcanzar un estado de calma y profundidad interior, lo que, en consonancia con los textos budistas previamente descritos, señala que es fundamental no engancharse y dejar ir las emociones e ilusiones mentales que distorsionan la claridad mental.
Se enfatiza que en estos estados “el Tao es la puerta” hacia una comprensión más profunda del mundo y los estados internos del practicante, sin forzar el proceso; así mismo, se considera que el “Tao” (camino, sentido), es metáfora de una vida equilibrada priorizando una actitud de fluidez y adaptabilidad a cada situación, donde la imagen del agua que “busca lo profundo” y “reposa para aclararse”, representa el ideal de adaptabilidad y asentamiento interior (Zhuangzi).
Por su parte el Liezi, resalta la idea de la renuncia a las dualidades y distinciones como lo refiere el Surangama Sutra, resaltando la enseñanza de contemplar y trascender la naturaleza ilusoria de las dualidades y la separación de los objetos; mientras que el Zhuangzi enfatiza la importancia de “sentarse y olvidar”, donde por medio de la práctica de la meditación del silencio (shamatha) es posible entrar en un estado de “flujo” y “resonancia natural”, lo que es esencial para el desarrollo del estado de “Mushin” en el combate y realizar el proceso de recuperación profunda.
Es por esto, que la incorporación de textos sagrados tanto budistas como taoístas en la formación del artista marcial serio y comprometido, es esencial para desarrollar la dimensión espiritual de las artes marciales de manera sólida y consistente alejados de creencias fantasiosas e ilusiones mágicas; los textos como el Anapanasati Sutta, el Laozi de Guodian, el Zhuangzi, el Liezi y el Surangama Sutra (no son los únicos), ofrecen una guía teórica y práctica para la integración de los procesos físicos, psíquicos y mentales en concordancia con los principios del autocultivo y el desapego.
La consciencia y práctica cotidiana de la meditación, la atención plena, el principio de vacuidad y el “wu wei” (acción sin esfuerzo), permiten enriquecer en entrenamiento físico para trascender con el tiempo el foco sobre las metas externas como la competencia y la destreza física, enfocando el autocultivo basado en la calma y la claridad mental en todas las situaciones de la vida.

El Qi (Ki): ¿bio-neuro-electricidad o fuerza mágica?
Tradicionalmente se ha considerado al “Qi” como una “fuerza” o “energía” que circula universalmente y dentro del cuerpo humano, un sustrato vital a partir del que se mantiene la salud y la vitalidad; fueron fundamentalmente las enseñanzas taoístas concretadas en la Medicina Tradicional China y en paralelo el ayurveda, las que describieron el flujo de la energía vital a través de una red de meridianos o canales en el cuerpo, los cuales pueden bloquearse a partir de un estilo de vida desequilibrado, y potenciarse por medio de prácticas internas como la meditación, el yoga o el qigong, donde se sincroniza el movimiento corporal, la respiración y la atención plena e integrada de ambos.
Desde esta perspectiva cuando el cuerpo se halla sin tensión innecesaria, la respiración natural y profunda y la mente se halla enfocada, asentada y en silencio, el Qi fluirá libre y adecuadamente, lo que sería indicativo de un estado de salud optimo y equilibrado; sin embargo, si el flujo se ve bloqueado o desequilibrado se producirá la enfermedad física y mental.
A pesar de la relevancia del Qi (Ki) en las practicas tradicionales, ha sido distorsionado o mal interpretado por algunas personas en los últimos años, hay “Grandes Maestros” que lo han desviado hacia cuestiones mágicas, místicas o sobrenaturales con el fin de vender prácticas secretas o avanzadas; sin embargo, la ciencia ha comenzado a estudiar y replantear este concepto buscando sistematizarlo y objetivarlo, integrándolo dentro de los procesos fisiológicos y neurobiológicos.
Estudios recientes en neurociencias y bioelectricidad, han sugerido que el Qi puede correlacionarse con el flujo de la bio-neuro-electricidad, un proceso esencial para el funcionamiento del sistema nervioso central y periférico; esta bio-neuro-electricidad está implicada no solo en todos los procesos corporales y orgánicos, también afecta los procesos sensoriales, cognoscitivos y emocionales. En este sentido, podríamos entender que la noción tradicional de Qi es una primera descripción de los fenómenos eléctricos que ocurren en el cuerpo que ahora pueden ser estudiados a partir de los avances tecnológico-científicos.
La bio-neuro-electricidad se refiere tanto a los impulsos electroquímicos que fluyen en el sistema nervioso y en otras estructuras corporales, este flujo eléctrico es esencial para la comunicación entre el cuerpo y el cerebro, y depende de la salud general del individuo, la alimentación, el sueño, la respiración y los niveles de estrés; la alteración de alguno de estos elementos generará desequilibrio y obstrucciones en el flujo; es por ello, que las prácticas tradicionales de yoga, qigong y meditación coinciden con los avances de la neurociencia moderna.
Otros estudios han referido la existencia de un campo electromagnético en el cuerpo, que es el resultado de las corrientes bio-neuro-eléctricas que fluyen a través de este; particularmente el corazón genera un campo electromagnético que influye en otros órganos e incluso sobre el cerebro, afectando los estados físicos y emocionales. Se ha identificado que las prácticas tradicionales promueven un estado que se conoce como “coherencia cardíaca”, donde la respiración y la frecuencia cardiaca se sincronizan armonizando así los campos electromagnéticos del cuerpo fortaleciendo la armonía y comunicación de todos los sistemas corporales.
La “coherencia cardiaca” activa y regula la actividad del nervio vago y el sistema parasimpático, disminuye la actividad de la amígdala (vinculada al estrés), mejorando la regulación y estabilidad emocional, así como la variabilidad del ritmo cardiaco.
Es con base en la integración de los conocimientos tradicionales y los avances científicos, se puede considerar que el Qi no es una noción mágica o mística, sino una primera representación de los procesos fisiológicos y neurobiológicos del cuerpo; estos avances científicos permiten comprender con mucha más claridad este concepto, así como su relación con el estado general de salud de la persona.

Ciencia y la Dimensión Espiritual de las Artes Marciales
En los últimos años y a partir de la crisis ética y ambiental que enfrenta la humanidad, ha cobrador relevancia la búsqueda de las escuelas tradicionales de Oriente, mismas que han despertado un interés creciente en el ámbito científico, abriendo nuevas perspectivas para comprenderlas desde un ámbito interdisciplinario; han sido las neurociencias, la teoría del caos, el paradigma holográfico y la física cuántica las que han realizado avances que no solo corroboran algunos principios de las prácticas tradicionales, sino que aportan una más profunda comprensión de los mecanismos que subyacentes a evolución y transformación interna del practicante.
Como mencioné arriba, las neurociencias han aportado hallazgos muy relevantes sobre los efectos de la meditación en el cerebro, han mostrado cómo es que esta práctica realizada de manera regular propicia cambios en la estructura y funcionamiento cerebral; también han demostrado que la meditación promueve la reorganización de las conexiones neuronales (neuroplasticidad), fortaleciendo las zonas encargadas de la regulación emocional y el autocontrol.
También se ha visto que las prácticas de zazen generan cambios específicos en las zonas del cerebro relacionadas con la toma de decisiones y la regulación del estrés (corteza prefrontal y el hipocampo), adaptaciones que mejoran la capacidad del artista marcial para manejar situaciones de alta presión facilitando el autocontrol y reduciendo la posibilidad de quedar atrapado en las respuestas automáticas de “lucha o huida”; así mismo, se ha demostrado que se aumenta la actividad en la red neuronal por defecto (DMN), que es un conjunto de regiones cerebrales que se activan cuando la mente está en reposo, o se realizan procesos introspectivos o autorreflexivos, de ahí que se pueden incrementar pensamientos centrado en uno mismo (autorreferencial) y el excesivo dialogo interno (rumiación mental); sin embargo, se ha visto que los practicantes de meditación establecen conexiones entre esta red y las redes Ejecutiva Central y Saliencia, lo que disminuye la actividad centrada en uno mismo y permite que la persona se mantenga más tiempo en el momento presente, lo que es esencial para actuar con la mente clara y sin distorsiones mentales.
Este punto enlaza significativamente con la entrada en estados de “mushin”, “no-mente” o “vacío” a la que hacen referencia los maestros a partir de la práctica de meditación, donde el pensamiento consciente o racional no interfiere con las acciones; es decir, entrar en un estado de “flujo” (flow) en el que se optimiza el rendimiento. Las neurociencias respaldan la noción de que el estado de flujo y “mushin”, corresponden a una sincronización entre el movimiento corporal, la respiración, la frecuencia cardiaca y distintas áreas cerebrales, lo que permite la ejecución rápida y sin esfuerzo.
Otros campos de investigación que han profundizado en el ámbito del desarrollo de la consciencia y la trascendencia espiritual son la física cuántica, la teoría del caos y el paradigma holográfico, campos que han proporcionado nuevas interpretaciones sobre la naturaleza de la realidad y la interconexión entre todo lo que existe en el universo, concepto que concurre y resuena con las antiguas enseñanzas budistas y taoístas.
La teoría cuántica ha señalado que, a nivel subatómico, las partículas se encuentran interconectadas de tal manera que la acción de una de ellas afecta a las que la rodean de manera instantánea, sin importar a la distancia que se encuentren, fenómeno que es conocido como “entrelazamiento cuántico”, noción que aporta elementos para comprender con mayor profundidad el desarrollo de la consciencia, especialmente porque se sugiere que toda separación es una ilusión, lo que confluye con lo referido tanto en el Surangama Sutra como en el Libro del Tao de Guodian, que enfatizan la importancia de trascender las concepciones duales para alcanzar la integración con lo “Uno”.
El Surangama Sutra enseña que, al liberarse la mente de los apegos y la percepción ilusoria de las divisiones, puede reconocer su naturaleza pura y vacía, mientras que el Libro del Tao describe el camino como un proceso en el que se supera la lógica dualista revelándose el sentido subyacente que integra y articula todo en el universo.
Por su parte la teoría del caos que se encarga del estudio de sistemas complejos, proporciona una perspectiva valiosa sobre el desarrollo de consciencia y el proceso espiritual, resaltando como es que pequeños movimientos pueden generar consecuencias que no podemos predecir, ni medir su alcance, desafiando la percepción de control sobre el ambiente y linealidad del devenir de la experiencia vital humana, conectándose profundamente con las enseñanzas budistas y taoístas, especialmente sobre la importancia de “soltar” la ilusión de control, dejando que la mente se asiente para contemplar la esencia de la realidad.
El paradigma holográfico desarrollado por David Bohm plantea que el universo es un todo en el que cada parte contine información del todo, lo que permite considerar que el ser humano es un microcosmos relacionado con el universo, coincidiendo con las enseñanzas del Surangama Sutra y el Libro del Tao de Guodian; este paradigma sugiere que todo ser, pensamiento o acción está conectada directamente con la esencia universal, lo que otorga una base conceptual y teórica para comprender más profundamente las nociones de “unidad” y “no-dualidad”.
Estos textos sagrados señalan que cada aspecto de la experiencia humana y de la naturaleza, son manifestaciones de una realidad más amplia y abarcadora, donde la naturaleza de la mente es indivisible con el universo y su devenir, de ahí que cada acción tiene resonancia con el todo.
El paradigma holográfico ayuda a comprender cómo es que las acciones y pensamientos de cada individuo forman parte de todo el devenir universal, lo que permite fortalecer la importancia de las prácticas meditativas; al percibir la realidad como un holograma podemos comprender que como individuos nos encontramos conectados con el todo, borrando las divisiones entre parte y totalidad, que es el núcleo de las enseñanzas espirituales budistas y taoístas.

Desintegración del Ego y Reprogramación Mental
Uno de los objetivos que se persiguen cuando se ha tomado consciencia y se inicia el trabajo en torno a la dimensión espiritual de las artes marciales, es que se entiende que su práctica y el trabajo con el cuerpo son un vehículo para desmantelar el “ego” y transformarse en personas más serenas, compasivas y con una clara visión de la realidad.
Entendamos la noción de “ego” como un concepto que se refiere a la identidad basada en el “yo”, en un “yo soy”, lo que remite a una construcción mental muy arraigada en occidente que se toma como núcleo central de la personalidad, es muy común, que los artistas marciales jóvenes y aquellos centrados en la competición desarrollen un sentido de identidad que se sostiene en la capacidad física, técnica y los logros deportivos; también puede ocurrir que se entre en un frenesí por coleccionar grados o se construyan cultos en torno a la figura del “Sensei” o “Gran Maestro”, estas situaciones deben trascenderse, ya que de lo contrario esto se convierten en un obstáculo que frena el proceso integral de desarrollo del practicante.
Las investigaciones neurocientíficas han encontrado una relación significativa entre la Red Neuronal por Defecto (DMN) y el “ego”; como ya se mencionó arriba, esta red se activa cuando se realizan procesos introspectivos o nos encontramos en estados de reposo, se ha visto que se activa también cuando las personas reflexionan sobre sí mismas, proyectan su pensamiento hacia el futuro o recuerdan experiencias personales, actividades que suelen ser autorreferenciales y se vinculan con la construcción del “yo” y el sentido de identidad, en el que si se percibe al “yo” como una entidad separada, se puede construir una personalidad rígida centrada en sí misma.
Las evidencias sugieren que las personas que realizan prácticas consistentes de meditación y autocultivo activan las redes DMN, la Red Ejecutiva Central y la Red de Saliencia, debilitando la estructura autorreferencial del “ego”, a partir de desarrollar una mayor flexibilidad cognoscitiva, especialmente cuando las técnicas de meditación entrenan a la persona para que “observe” los pensamientos y sensaciones sin identificarse con ellos, apelando en el retorno al objeto de contemplación (la respiración por ejempli), a diferencia de aquellas que favorecen las visualizaciones y son proclives a la generación de fantasías.
La práctica sistemática de meditación produce un efecto “desidentificador” sobre el “ego” y la estructura del “Yo”, ya que a partir de la atención plena a la respiración, enseña a reconocer y soltar los pensamientos, emociones y sensaciones a medida que surgen, en logar de atraparlas, enjuiciarlas e identificarse con ellas, práctica que favorece una reprogramación mental al interrumpir los patrones de pensamiento; se ha visto, que con el tiempo esta reprogramación contribuye a una mayor sensación de integralidad y trascendencia del “ego”, disminuyendo la sensación de individualidad y separación.
Así mismo, se ha visto que la meditación promueve una mayor neuroplasticidad; es decir, una mayor capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales, lo que resulta en una mayor flexibilidad cognoscitiva y una disminución de los procesos de autorreferenciación, favoreciendo una mayor integración de las habilidades físicas y mentales.
Uno de los desafíos más importantes para quienes realizan prácticas de autocultivo y desarrollo espiritual, son la autoimagen y las proyecciones mentales, mismas que si no están sólidamente trabajadas, pueden generar sesgos cognoscitivos y distorsiones de la percepción de la realidad, es por ello que por medio de las prácticas meditativas y mediante el desapego de los pensamientos, emociones y sensaciones, se desarrolla una mirada de “neutralidad”, lo que va liberando a la mente de las distorsiones.
El ”vacío” es uno de los conceptos centrales tanto en las prácticas de autocultivo como en las artes marciales, lo que no implica ausencia, sino un estado de libertad de pensamientos, emociones y deseos, cuando se logra entrar en este estado, de “mushin” o “samadhi”, el practicante puede actuar de manera espontánea sin la interferencia de una actividad mental excesiva.
El estado de “vacío” coincide con el estado de “flujo” (flow), un estado en el que la persona se encuentra completamente inmersa en la actividad que realiza experimentando una sensación de intemporalidad y de un natural control de todas sus acciones; el estado de flujo se caracteriza por la disminución en las zonas cerebrales correspondientes al dialogo interno y pensamiento autorreferencial. Comprender la correlación entre el “vacío” y el estado de flujo es una herramienta muy valiosa para desmitificar las prácticas de autocultivo y desarrollo espiritual dentro de las artes marciales.

Beneficios de integrar prácticas tradicionales con conocimientos científicos
La integración de las enseñanzas tradicionales con los avances científicos aporta elementos muy significativos para los practicantes de artes marciales, especialmente dentro de la dimensión espiritual; en primera instancia se verifica que las prácticas antiguas fueron construidas con un conocimiento intuitivo muy profundo y válido, que poco a poco ha sido verificado por la ciencia.
Se ha comprobado que la meditación, el yoga y el qigong, ofrecen herramientas valiosas para desarrollar calma mental, gestionar constructivamente las emociones, disminuir la percepción del dolor, mejorar la atención, así como lidiar con la tensión y estrés de la vida actual, los avances científicos han demostrado como estas prácticas impactan positivamente en las estructuras y funciones cerebrales facilitando respuestas menos impulsivas además de estabilizar y atenuar las reacciones emocionales intensas.
Las ciencias del deporte respaldan que estos ejercicios mejoran la salud cardiovascular al incrementar la “variabilidad de la frecuencia cardiaca” (HRV), la conducción neuromuscular, la propiocepción y la capacidad de recuperación, el manejo de estrés, además de diminuir la incidencia de depresión deportiva y abandono.
El ser humano es una entidad integral y compleja conformada como un todo con las dimensiones biológica, psicológica, social, histórica, cultural y espiritual, de ahí que la integración de las enseñanzas tradicionales con los últimos descubrimientos científicos permita una comprensión más profunda del proceso de desarrollo, dando objetividad y sistematicidad al entrenamiento. La práctica más consciente del movimiento, la postura enriquecida por los avances en biomecánica, anatomía y fisiología permite una mayor comprensión sobre la importancia de los fundamentos técnicos, así como la manera correcta de como activar y alinear los segmentos corporales para obtener una mayor eficiencia técnica, prevenir lesiones y desarrollar la capacidad de autocorregirnos.
En el plano mental, las prácticas de meditación, autoconsciencia y atención plena basadas en los textos tradicionales y respaldadas con avances científicos permiten tener claridad sobre sus alcances y limitaciones reales, desmontando las creencias y especulaciones mágico-místicas, permitiendo enfocarse realmente en el trabajo sobre la consciencia del cuerpo, la respiración, los estados mentales y emocionales, llevando al practicante a hacerse cargo de su responsabilidad vital enriqueciendo su comprensión del mundo. Este es el trabajo real para todo guerrero y artista marcial serio.
En la dimensión espiritual, la integración de la sabiduría tradicional con los conocimientos científicos refuerza el sentido de propósito y fortalece la cultura del esfuerzo y autoperfeccionamiento que es la raíz de toda práctica marcial, introduciendo la importancia del autocultivo y la armonía con todo el entorno. Esta perspectiva permite al estudiante comprender su práctica como una vía de transformación interna que va más allá del desarrollo físico, conectándolo con una visión más amplia del universo. Al experimentar esta integración de cuerpo, mente y espíritu, el practicante no solo fortalece su habilidad en el combate, sino que también desarrolla un carácter íntegro y una comprensión profunda de su lugar en el mundo; resalta que el verdadero camino del guerrero va mucho más allá de la habilidad física o el dominio de técnicas, se enfoca en transitar por un camino de desarrollo interior, cultivando la sabiduría para actuar en cada uno de los aspectos de nuestra vida.
Una de las trampas y obstáculos principales a las que nos enfrentamos en el camino es el “ego”, esa noción de nosotros mismos apegada a la fuerza, el dominio, los logros y la imagen externa, suele manifestarse en la búsqueda y acumulación de grados, trofeos, reconocimiento y orgullo. Las enseñanzas espirituales emanadas de las enseñanzas del budismo y el taoísmo consideran al “ego” como una ilusión que emana de la ignorancia, crea sufrimiento y limita el proceso de liberación, esta ilusión, nos desvía del verdadero objetivo de autodominio y autoconocimiento.
Es por ello, que es fundamental mirar, tomar consciencia y trascender la ilusión del “ego” para avanzar realmente en el camino, este proceso de trascendencia implica un compromiso constante y disciplinado con la humilde autorrevisión entendiendo que se es un estudiante y se camina paso a paso. Al dejar atrás las ilusiones mágico-místicas motivadas por las deficiencias emocionales y el “ego”, se dejan los autoengaños y la charlatanería, abriendo la puerta a la integridad, compasión y sabiduría.

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